|  Muchas son las lecciones 
              que la crisis financiera ha venido dejando durante sus sucesivos 
              episodios. La recuperación de la rentabilidad de algunos 
              de los conglomerados financieros globales ha estado a cargo de los 
              presupuestos y la deuda pública, mientras que el financiamiento 
              a la actividad productiva aún no se recupera. La deuda pública ha sido y es un soporte 
              fundamental para el funcionamiento de los mercados financieros, 
              pero ahora está siendo destinado a ser mecanismo de la especulación 
              financiera, fuera de toda proporción y alejándose 
              de las necesidades de empleo e inversión. Nuevamente, como los hemos vivido en América 
              Latina, los costos de la crisis están siendo transferidos 
              a la población que no ha tenido responsabilidad en ella; 
              tanto por el descenso en el empleo y los salarios, como en la caída 
              del gasto público social.  Ola Financiera en este número retoma algunas 
              lecciones de las crisis financiera desde la lectura de la obra clásica, 
              El Capital Financiero, de Rudolf Hilferding, en conmemoración 
              del centenario de su aparición. Se propone una relectura 
              que penetre en la arqueología del capital financiero de fines 
              del siglo XIX y principios del XX, y que permita cierta proyección 
              a las mutaciones las actuales.  El círculo vicioso de la crisis financiera 
              y económica continua acelerándose y profundizándose. 
              Las razones sobran, sin embargo, la fuerte concentración 
              de la riqueza y el ingreso a nivel sectorial, local, regional, nacional 
              y global ha sido uno de los procesos importantes en la raíz 
              de la crisis, y al mismo tiempo, hasta ahora, ha sido una poderosa 
              razón que ha imposibilita la salida. La economía, 
              los empleos y la inversión, por tanto, seguirán postrados 
              mientras esa situación prevalezca. La estrategia impuesta para dejar atrás 
              la crisis, en 2008 y 2009, al dar prioridad y exclusividad al sistema 
              financiero global regionalmente consolidado, mediante recursos públicos, 
              sin imponer una regulación férrea, generó, 
              primero, que esos recursos no sirvieran de estimulo para dejar atrás 
              la crisis, y segundo, que sirvieran de mecanismo que ha atizado 
              la especulación. Dicho salvamento, además, sirvió 
              para acelerar la concentración de la riqueza, y la especulación 
              en contra de los gobiernos, ahora altamente endeudados. Por supuesto, 
              los Estados más políticamente débiles o económicamente 
              pequeños, han sido los primeros en ser presa de los efectos 
              de tal especulación; Grecia, Irlanda, Portugal, y está 
              en la mira España. No se puede asegurar que los otros están 
              a salvo; como tampoco que en el corto plazo, e incluso mediano, 
              haya certidumbre de dejar atrás la crisis. Este contexto 
              ha consolidado el circulo vicioso. Ahora los gobiernos han sido presas del casino 
              del sistema financiero global, donde sus deudas soberanas y la cobertura 
              de los riesgos de dichas deudas son los mecanismos que están 
              poniendo al borde de la quiebra a los gobiernos. Atacan de manera 
              coordinada unos y otros instrumentos de tal manera que los gobiernos 
              se ven frágiles. Ello ha llevado a todos los gobiernos a 
              imponer recortes severos a su participación en la economía 
              y el gasto social. En este contexto se ha buscado reformar a toda 
              costa la seguridad social en casi el mundo, pero sobre todo el mundo 
              desarrollado, imponiendo cambios que comprometen más recursos 
              públicos al sector financiero y menos a la seguridad social. 
              Con lo que se perfila un doble efecto nocivo: primero, si las crisis 
              son las que generan mayor deterioro de las condiciones de vida de 
              los trabajadores y la sociedad en su conjunto, el recorte de la 
              política social impedirá cualquier posibilidad de 
              evitar tal deterioro. Pero además, la política pro-cíclica 
              promoverá un mayor estancamiento económico. Ambas 
              situaciones servirán para impulsar las privatizaciones de 
              la seguridad social puesto que el sector financiero aún la 
              considera reservorio para sus negocios. Sin embargo, esta salida, 
              como se ha probado en América Latina, ha llevado a una mayor 
              concentración del ingreso y la riqueza, y mayor pobreza. 
              De manera que la salida de la crisis global se hace cada vez más 
              lejana y difícil.  |